La NASA ha informado que el próximo viernes 23 de septiembre, dia arriba–dia abajo, su satélite UARS (Upper Atmosphere Satellite) impactará contra la tierra, en algún lugar todavía por determinar –dicho de otra manera, ni sabemos donde ni cuando se producirá el estropicio.
Calculan que la mayor parte del artefacto, del tamaño de un autobús y 6,5 toneladas de peso, se desintegrará al entrar en contacto con la atmósfera, pero algunos de sus componentes sobrevivirán a la explosión y caerán sobre el terreno, según advierte la agencia espacial norteamericana. En concreto, estiman que al menos 26 grandes piezas sobrevivirán a las altas temperaturas –esto dicen que sí lo saben, aunque en realidad y usando la lógica, es lo que menos pueden saber. Te habrás dado cuenta que dicen “al menos 26 piezas”, así no se pillan los dedos.
La probabilidad de que alguno de los restos hiera a una persona es de una entre 3.200, según la agencia –otra cagada, las probabilidades seguramente se las habrá dado su “super computer HP2KTM5HD1 que de cálculos sabe mucho, pero ¿y si estamos en la probabilidad #3201? Ya sería mala suerte, es como si nos tocara el gordo de Navidad. Por el momento, sólo se sabe que el artefacto espacial impactará en las latitudes situadas entre el norte de Canadá y el sur de Suramérica, un área que incluye la mayor parte del planeta, ya que es muy difícil estimar con precisión cuándo llegará a la Tierra un satélite fuera de control.
Esto es así porque cualquier pequeño cambio en la hora a la que el satélite reingresa en la atmósfera se traduce en miles de kilómetros de diferencia en cuanto al lugar en el que impactará. Estaba previsto que el satélite llegara a finales de septiembre o principios de octubre, pero su caída se ha adelantado debido al fuerte aumento de la actividad solar la semana pasada –Pues eso, lo que yo digo, ahora la culpa del error de cálculo se la echan al Sol, vamos que son peores que el Mourinho.