viernes, 9 de septiembre de 2011

DEMAGOGIA

¡NO SON POBRES!, de Casimiro García-Abadillo
Diario El Mundo

 
Doña transparencia hizo ayer su aparición desnudando, en parte, el patrimonio y los ingresos de diputados y senadores.

Fueron los propios representantes del pueblo los que acordaron esa medida el pasado 10 de julio. Por unanimidad y tal vez impactados por la algarabía del 15-M.

Bono, uno de los campeones en patrimonio (declara más de 1,7 millones) dijo entonces que los políticos deben tener «bolsillos de cristal». Y está bien que sea así.

Es verdad que no todos han cumplido con su obligación con la misma diligencia, pero, como primer ejercicio de público destape no está mal.

Lo sorprendente no es la cantidad de dinero o propiedades declaradas, sino la demagogia que algunos han hecho a costa de «los ricos», cuando ellos mismos pueden ser considerados como tales por la mayoría de los ciudadanos.

Pongamos un ejemplo: Rubalcaba. Hace unos días dijo que nuestros ricos, a diferencia de los de otros países, no piden que les suban los impuestos. Podía haber añadido: «Yo, como rico, quiero que me los suban».

Pero no. Rubalcaba juega a ser pobre y por eso se hizo una fotografía subiendo en su Skoda, que tiene ya 11 años de vida. Si tuviera un Mercedes, seguro que no se hubiera hecho la foto. Pero una persona que declara casi un millón de euros en fondos, depósitos y valores; más una vivienda, más una plaza de garaje, seguro que puede tener un coche más caro que el de la foto.

A mí no me parece mal que Rubalcaba tenga un patrimonio de más de un millón de euros. Lo importante es que su origen sea limpio. Y no tengo razones para pensar que el del candidato socialista no lo sea.

¿Cuántos diputados se han desgañitado criticando el boom del ladrillo? Bueno, pues ahora sabemos que la mayoría de ellos tiene más de dos viviendas (los hay con casi 20).

Eso, creo yo, es lo que los ciudadanos no admiten o no deberían admitir. La riqueza, el patrimonio en sí mismo (al contrario de lo que dicen los del 15-M) no es malo. Mala es la corrupción, el tráfico de influencias, el cohecho, la falsedad en documento público y… la demagogia.

Algunos políticos ganan menos de lo que ingresarían en la empresa privada. Otros, por el contrario, jamás podrían aspirar a un sueldo similar al que tienen ahora si fueran expulsados de las listas electorales.

Me parece ridículo que el sueldo del presidente del Gobierno no alcance los 60.000 euros y no me parece excesivo que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, declare ingresos brutos de 173.000 euros.

Tal vez decir ésto no sea políticamente correcto, lo que ahora pasa por elogiar la pobreza. No me gustaría que nuestros políticos fueran pobres. Lo que quiero es que sean honestos y cumplan con su trabajo.