Aunque dieron marcha atrás, las autoridades alemanas señalaron a los cultivos españoles como culpables de la aparición de la “E. colli” y la difícil relación entre Alemania y España, dos socios condenados a entenderse, vuelve a evidenciarse con la “crisis de los pepinos”.
Acababa de detectarse el brote de “E.colli”, cuando el Gobierno de Hamburgo activaba la alarma: "Pepinos procedentes de España podrían estar detrás de las graves infecciones intestinales que entonces habían causado la muerte a tres personas" y ya van 14, según anunció la ministra de Salud de la ciudad-estado de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storcks.
A pesar del “desmentido” alemán, que ayer martes revelaba que nuevos análisis descartan que el brote proceda de los pepinos, la “psicosis” se ha hecho dueña de los mercados europeos y se extiende a todas las frutas y hortalizas de origen español, provocando importantes pérdidas en el ya maltrecho sector agrícola.
Es el suma y sigue a la serie de “reproches” que la locomotora europea dedica a uno de sus socios “más necesitados”, con la que alimenta -al menos a ojos de los españoles-, esos “sambenitos” aparejados al carácter ibérico: "trabajamos poco, estamos siempre de fiesta (o vacaciones) y somos chapuceros (también en los controles de calidad alimentarios). Y para colmo, nos beneficiamos del trabajo de otros, a través de las ayudas que recibimos de la UE".
Al menos eso se podría deducir de la “obsesión” que parece tener la canciller alemana, Angela Merkel, por el mercado laboral español. Hace apenas unos días, la líder germana “atacaba” por uno de los flancos que más duelen: las vacaciones. "No podemos tener una divisa (común) y que unos tengan muchas vacaciones y otros muy pocas. A la larga esto no funciona", decía Merkel. Y nosotros deberíamos recordarle que “no podemos tener una divisa (común) y que unos “alemanes” tengan un salario que duplica al de otros “españoles” en la misma relación/puesto de trabajo “ó todos moros ó todos cristianos” cómo solemos decir.
En cualquier caso, las reacciones no se han hecho esperar. Expertos se apresuraban a demostrar que la afirmación era más bien gratuita: La realidad laboral de España se aleja bastante de los tópicos de un país en continua fiesta. Un español dispone al año de 269,5 horas de vacaciones y fiestas nacionales, muchas menos que las 304 horas de un italiano las 298,6 horas de un alemán o que las 296,4 horas que disfrutan en Luxemburgo. España se sitúa así en el décimo puesto del ránking Europeo, según la quinta edición del Informe Randstad sobre la Calidad del Trabajo en la Unión Europa, elaborado por el Instituto de Estudios Laborales de Esade. Además, España es el segundo país de Europa y el tercero de la OCDE en el que más horas se trabaja al año: 1.815,8, sólo superados por Grecia (1.933 horas/año) y Estados Unidos (1.821 horas anuales). En el extremo contrario se sitúan los holandeses, con 1.327 horas anuales; los alemanes, con 1.451 horas, y los daneses, con 1.516 horas. Todos ellos por debajo de las 1.654,2 horas anuales de media en la Unión Europea de los Quince.
"Y cuando no son los pepinos, es la economia, las horas laborales, las vacaciones, ¿qué le pasa a la Merkel? ¿No ligó de joven en Mallorca?" "¿Tanto le dolió que perdieran contra nosotros en la última Eurocopa?